
Sospechando por el mal estado de las cosas que su privanza peligra, el duque de Lerma, ya viudo,decide abrazar la carrera eclesiástica y por intercesión real, contando con el precedente detener a San Francisco de Borja como abuelo materno, el Papa le nombra cardenal de la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, dignidad ésta que le otorgaba el privilegio de la inmunidad. El golpe se lo asestará su propio hijo, Uceda, cabecilla de una conjuración palaciega, provocando su caída y su inmediato cese, reemplazándolo en el favor de Felipe III. Desterrado dela corte (1618), Lerma permanecerá intocable por ser un príncipe de la Iglesia y se llevaría las riquezas amasadas y expoliadas al Erario Público. Fallecería en 1623
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